Ocurrió un 16 de junio de 1996. Un sencillo agricultor jubilado paseaba con su perrita a las 12 del mediodía cuando, tras sentarse como cada jornada bajo una encina para protegerse del fuerte sol , de repente vio que frente a él había algo que no debía de estar ahí. Curioso, sin saber de qué se trataba, se acercó, lo observó, y comprobó que parecía estar conectado por unos cables a una torre de alta tensión que se hallaba cerca. De nuevo se retiró para verlo mejor. Y entonces el miedo se apoderó de su perrita... Y de él, porque junto a aquel artefacto habían aparecido tres personajes vestidos con trajes plateados y muy ceñidos al cuerpo. Sus rostros no presagiaban nada bueno; apenas unas rayas que hacían de ojos y labios. Y aquel jubilado supo entonces que los misteriosos personajes no eran de estas tierras...

En este nuevo original vamos a visitar uno de esos lugares a los que los amantes del misterio han de ir al menos una vez en la vida. Porque tiene todos los ingredientes que un buen buscador necesita para saciar su sed de preguntas, porque respuestas, salvo las que encontramos en la tradición, la verdad es que pocas. Y es que en este rincón de la isla de Tenerife, en el archipiélago canario, se producen avistamientos de OVNIs, desaparición de personas, aparición de misteriosos seres de blanco... y todo ello en un entorno exuberante y, pese a todo, silencioso, como si la naturaleza estuviese muerta... Es el ya legendario Barranco de Badajoz.

La investigación de las anomalías a finales de los setenta del siglo pasado tenía mucho de romántica y quizás no demasiado de aséptica, entre otras cosas porque los investigadores tenían mucho deseo de creer. En cierto modo la situación internacional no contribuía a estar tranquilos, y se buscaba el alivio en esos hermanos del Cosmos. En este contexto se produjo un suceso difícil de catalogar. Su principal protagonista, el capitán del ejército y meteorólogo Julio Marvizón Preney, después de años de silencio, aceptó hablar con nosotros, recordando algo que no había vuelto a relatar desde hacía décadas.

A veces, el misterio puede ser agresivo para aquel que lo experimenta. A lo largo de la historia, no son pocos los testigos que quedaron marcados por una vivencia inesperada, generalmente para mal, porque sus vidas se transformaron en una búsqueda constante de respuestas para algo que jamás se les pasó por la cabeza. En otras ocasiones, los encuentros incluso han dejado huella física, cuando no han acabado con la vida del desgraciado que un mal día se cruzó en el camino de algo difícilmente explicable. Vamos a repasar en este original algunos casos, con testimonios inéditos.

Es la luz popular más antigua y vista de todas cuantas se han observado en nuestro país. Dicen que se pasea por la árida tierra de la isla de Fuerteventura, así que nos hemos ido hasta allí para hablar con tantos testigos, que parece increíble que se lo estén inventado. ¿Qué hay detrás de esta luz? ¿Se trata de espiritus del pasado, como defiende la tradición?

El perro, especialmente si es negro, se ha asociado siempre a la oscuridad. Baste echar un vistazo al antiguo Egipto para comprobar que tras la apariencia de un chacal de este mismo color, con las orejas muy puntiagudas, se encuentra el dios Anubis, señor de los mundos inferiores, gobernante de aquello que hay más allá de esta vida. Pero hay más. Aseguran las crónicas que durante la construcción del monasterio de El Escorial, los obreros veían entre los andamios un perro negro de gran tamaño. Decían que era el mismísimo demonio. Felipe II decidió entonces levantar el monasterio en este lugar para tapar una de las entradas al infierno.

Hay un lugar en las Islas Canarias que desprende magia y misterio desde tiempos de los nativos guanches, los primigenios habitantes de la isla de Tenerife. Es el valle de Ucanca, en las entraña del volcán Teide, que antes de la conquista española era conocido como el abesán, el infierno de los nativos. Porque en este enclave se producían misteriosos efectos lumínicos, aparición de sombras, desaparición de gente, extrañas bestias nocturnas... Y eso es algo que parece seguir sucediendo.

Las leyendas aseguran que en la zona norte de España habitaban en tiempos remotos unas criaturas bípedas, de aspecto salvaje, que se dedicaban a atacar a los habitantes de estas regiones, y después regresaban a las montañas. Los bautizaron, dependiendo de la zona, como simiots, ojáncanos, bosnerau o basajaun… y aunque parezca mentira, montañeros, militares e incluso miembros de la Iglesia, aseguran haberlos visto...