«Todavía no estoy listo para ser zar. No sé nada sobre el asunto de gobernar». (Zar Nicolás II de Rusia)

El siglo XVII estuvo marcado por múltiples revoluciones predemocráticas que estallaron en ambos hemisferios. En Europa y sus vecinos del este, se libraron incesantemente guerras que cambiaron las fronteras. A finales del siglo XIX y principios del XX, las premisas subyacentes de las estructuras políticas, gubernamentales y sociales en varios estados europeos y asiáticos se vieron sacudidas hasta la médula, luego de siglos de realeza y gobierno de una sola familia. Para el inicio de la Primera Guerra Mundial, las familias reales comenzaron a experimentar un largo y lento declive; algunas se desvanecieron y redujeron silenciosamente al estatus de símbolos nacionales y otras experimentaron el derrocamiento político. Algunas se horrorizaron ante lo repentino del cambio de la opinión pública, mientras que otras apenas se dieron cuenta.

En el caos que provocó la «Gran Guerra», la última familia gobernante de Rusia sufrió la más brutal forma de cambio de régimen a manos de los bolcheviques, tras una revolución en 1917 en la que el clamor público por la igualdad individual reflejó la violencia de la Revolución Francesa de más de un siglo atrás. La dinastía Románov, que había disfrutado del control ininterrumpido del trono desde principios del siglo XVII, representaba un dilema para una fuerza laboral insatisfecha e inquieta que, sin embargo, veía a la familia real a través de la lente de una antigua mística.

La saga moderna de los Románov estuvo plagada de intrigas, incluidas las hazañas y la mística en torno a Grigori Rasputín, la sospecha dirigida a las raíces alemanas de la zarina Alejandra, y la fascinación con los casi beatificados hijos del zar, cuya imagen se vio impulsada por el nuevo y poderoso medio de la fotografía. Cuando este retrato místico y ficticio del bienamado gobernante y el campesino feliz chocó con el levantamiento bolchevique de Lenin, un movimiento en gran parte desprovisto de piedad o sentimiento, el patetismo de las ejecuciones de los Románov se sintió aún más profundamente en todo el mundo, y ha seguido siendo tema de intensa investigación hasta bien entrado el siglo siguiente. Al mismo tiempo, las habladurías y rumores en torno a sus destinos, particularmente la «perdida» Gran duquesa Anastasia Nikoláyevna, han hecho que los Románov sigan siendo relevantes, a un siglo de su caída.

El zar Nicolás II y el fin de la dinastía Románov: la historia de la caída de la Rusia imperial examina los acontecimientos fundamentales que provocaron el fin de la Rusia imperial. En conjunto con fotografías y una bibliografía, aprenderá sobre los Románov como nunca antes.