Su nombre ha llegado hasta nosotros como un mito lejano y sin tiempo, uno de los filósofos más conocidos de la Antigüedad clásica. En su célebre escuela, denominada el Jardín, eran admitidos por igual hombres y mujeres, los cuales gozaban de los mismos derechos. Para él, la filosofía es un instrumento útil para conquistar la felicidad. ¿Cómo conquista el ser humano la felicidad? Cuando pone el placer como finalidad. Sin embargo, no es el placer sensual vinculado a las apetencias del cuerpo lo que el ser humano debe perseguir, sino la búsqueda de la ausencia de sufrimiento corporal y la paz del alma, denominada por él "ataraxia".

El dulce recuerdo de los bienes de que ha disfrutado constituye una gran parte de la alegría del sabio. ¿Y la muerte? ¿Deberá temerla el sabio? Según Epicuro, uno de los más grandes filósofos de la Antigüedad, el sabio no debe temerla en absoluto. "Mientras vivimos, la muerte no está; cuando morimos, no estamos nosotros" sentencia Epicuro, cuya doctrina singular todavía resuena hoy en día a pesar de los varios siglos transcurridos. Su vida y su anecdótica devoción por la amistad - que han llegado hasta nuestros días por medio del historiador Diógenes Laercio - son conmovedoras y fuentes de inspiración intemporal.