Esa noche, otro sueño profundo se apoderó de él; y una vez más vio al ángel que había entregado personalmente los preceptos del pacto noájida. Ella dijo: —Noé, ¿por qué dudas, hijo mío? Él respondió: —He fracasado. Soy un fracaso. Realmente deberías buscar a alguien más calificado para esta tarea. Ni siquiera sé exactamente qué es, pero sé que no soy apto para ello. Soy el opuesto de Midas. Todo lo que toco se convierte en polvo y cenizas. —Eres muy duro contigo mismo, Noé. Lo que se te ha confiado no es fácil. No es para cualquiera. Fuiste elegido por una razón. —Entonces necesito que me expliques por qué fracaso constantemente, no importa lo que intente hacer. —¿No eres un poco joven para usar palabras como "constantemente"? Aún no tienes veinte años. Tu vida será larga y significativa. Si tan solo pudieras ver lo que yo puedo ver.

Los ángeles no estamos limitados por lo que ustedes, los humanos, llaman espacio-tiempo. Para ustedes, el tiempo es lineal y el espacio es finito. No es así para nosotros los seres angélicos. Para nosotros, el espacio y el tiempo son más como una esfera eterna, que se puede navegar a voluntad; cada punto y momento igualmente accesibles. Yo conozco tu futuro porque ya lo he visto. Créeme. Saldrás adelante. Conquistarás. —Debes tener al hombre equivocado. Mírame. Mira mi historial. ¿Confiarías en alguien con mi pasado? —No. Pero sí confío en alguien con tu futuro. Esto es lo que necesitas entender, hijo mío. No se trata de quién eres en este momento. Se trata de la semilla plantada en lo profundo, que está muriéndose por brotar hacia la luz. Se trata de quién eres realmente, y de que aún no has tenido el tiempo de descubrirte a ti mismo.