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José Fernandez, el protagonista de la novela que presentamos, es un joven aristócrata bogotano que, durante una velada a finales del siglo XIX, y a petición de sus amigos más cercanos, lee de su diario las entradas correspondientes a un periodo de su vida en que viajó y vivió en Europa y en el que conoció y sufrió por cuenta de un enamoramiento que casi lo lleva a la tumba.

José Fernandez, el protagonista de la novela que presentamos, es un joven aristócrata Bogotano que, durante una velada a finales del siglo XIX, y a petición de sus amigos más cercanos, lee de su diario las entradas correspondientes a un periodo de su vida en que viajó y vivió en Europa y en el que conoció y sufrió por cuenta de un enamoramiento que casi lo lleva a la tumba.

El inspector Marcial Lisón, un peculiar policía cuyo único amigo de verdad es su inseparable galgo, se verá obligado a retomar una investigación que le explotó en la cara cuando, a mediados de la década de los noventa, tan solo era un simple agente a las órdenes del inspector Villanueva. Cuando Lisón ve el cuerpo desnudo de Enma, la mujer de Villanueva, sentado frente a la mesa de la cocina, con dos tazas de café y el dedo anular amputado, ya sabe que el asesino del café ha vuelto.

The communal family table bears witness to our lives. The way we approach each meal speaks volumes about who we are and what we are going through in that very moment. It’s where the spirits of those who left too soon can be conjured back to mind through taste and smell. Still, we underestimate its pull and often miss the soulful nourishment and magic that happens at sobremesa—the time spent talking after a meal—due to our increasingly busy lives.

El inspector Marcial Lisón, un peculiar policía cuyo único amigo de verdad es su inseparable galgo, se verá obligado a retomar una investigación que le explotó en la cara cuando, a mediados de la década de los noventa, tan solo era un simple agente a las órdenes del inspector Villanueva. Cuando Lisón ve el cuerpo desnudo de Enma, la mujer de Villanueva, sentado frente a la mesa de la cocina, con dos tazas de café y el dedo anular amputado, ya sabe que el asesino del café ha vuelto.